Competición

Rojo, pie ligeramente por encima del acelerador. Amarillo, acelerador sintiendo casi el peso del pie pero sin moverse. Verde, acelerador a fondo y toma la delantera en la primera curva. Sus cuatro contrincantes fueron más lentos de reflejos. Después de esa primera curva de izquierdas venía una recta media en la que no pudieron tampoco acercarse. Freno a tope en la la siguiente curva de 180 grados a la derecha. Se le echaban encima, ellos tenían su referencia, era normal. Al salir notó que por su izquierda llegaba Jose, el comercial, agresivo como siempre. Hay que mantener la cabeza fría y le dejó el espacio suficiente para creer que llegaría bien a dar la curva por delante. Calculó mal, frenó tarde y se salió ligeramente. Vuelta a pisar a fondo, esta vez en solitario. Siguiente curva abierta a tope, saltando sobre el peralte rojiblanco. Podía aflojar un poco y en la siguiente chicane tuvo más cuidado. En la salida notó que alguien venía lanzado por su derecha. Era Pedro, tenaz administrativo, que habría trazado la chicane casi recta y por eso iba con esa velocidad. También medía 1,70 y tenía complexión de palillo, sin duda en los karts tenía ventaja en velocidad punta.

Poco a poco vio como le superaba en la larga recta que precedía a la última curva. No dejó de acelerar y cogió el sitio por el interior, haciendole frenar, lo justo para salir de la curva con una pequeña ventaja. Aceleró a fondo, su compañero y ahora enemigo también. Se acercaba peligrosamente, hasta casi alcanzarle, pero al cruzar la meta el videomarcador le dio como vencedor. Levantó los brazos y dejó de acelerar. Pero no se detenía. Justo detrás de él Pedro estaba empujando con su kart. Intentó acelerar y zafarse de su remolcador pero no podía. Llegó al final de la recta y no podía girar, solo pudo ponerse los brazos por delante para evitar un golpe mayor.

Atravesó los neumáticos como si fuera una película, saliendo disparados hacia todos sitios. Aunque deceleró un poco seguía a buena velocidad. Miró atrás y vio que ya no tenía pegado a Pedro, lo que le alivió. El respiro duró lo que tardó en llegar la bala hasta su chasis. Volvió la cabeza y ahí estaba Pedro sosteniendo una pistola y a los demás en sus karts persiguiendole. Por delante tenía una valla que rodeaba el recinto de karting. Por desgracia parecía más contundente que los neumáticos así que giró antes de chocar y decidió buscar alguna salida alternativa. El giro lo aprovecharon sus perseguidores para dispararle de nuevo. En las películas no transmiten bien el miedo que se pasa cuando una bala pasa silbando a centímetros de la cabeza. Su cara no era la de Bruce Willis o Harrison Ford, como mucho la de un vampiro por lo pálido que estaba.

Pero por suerte seguía vivo y a unos metros de distancia vio un trozo de valla rota con cartones y cinta aislante, que era perfecto para una escapatoria. De un volantazo atravesó el pobre parche sin problema. Ahora tocaba campo a través. Se notaba que era un kart y no un 4×4, cada bache era un golpe brutal. Detrás de él los cuatro se habían convertido en tres, uno de ellos giró muy pronto y se empotró con la valla. Seguía demostrando que era el rey del karting, el lunes en el trabajo podría fardar si seguía con vida. Eso estaba por ver. Poco a poco el camino iba complicándose, aumentando la inclinación descendente. La velocidad aumentaba y los baches causaban más estragos. Tenía que ir evitando las grandes rocas del camino y las balas que alguna vez le rondaban. Cada vez estaban más cerca pero vio la posibilidad de despistarles, poco más adelante había dos rocas gigantes y en medio un paso estrecho, no pasaría más de un kart por ahí. Tuvo que frenar a fondo para poder pasar por el medio. Los dos primeros perseguidores pudieron seguirle. El tercero hizo un salto por encima de una de las rocas, rodando hasta quedar tumbado mientras su kart seguía solo. Le estaba bien empleado, el lunes le mandaría un meme al respecto.

Solo quedaban Jose y Pedro, los mismos que le habían dado guerra en el circuito. Empezaba a notar dolor por todo su cuerpo, muchos minutos conduciendo por tierra y piedras. A lo lejos vio una carretera. Si un tractor podía ir a 10 km/h él también podría con su coche en miniatura. Así que aceleró hasta incorporarse a la carretera. Notó la diferencia, mucho más agradable pero más peligroso, los disparos eran más certeros sin baches que estorbaran al tirador. Lo malo era la velocidad del tráfico, que aquí les superaba. Tanto él como Pedro entraron sin coches en la carretera pero Jose entró justo antes de un coche que pitó como un descosido. Solo pudo tirarse a un lado antes de que el kart fuera engullido debajo del todoterreno.

Eso le dejaba solo con Pedro, que casi podía sentir en la nuca. De hecho giró la cabeza y vio como apuntaba fijamente a su cabeza desde apenas cuatro metros de distancia. Por suerte pudo realizar movimientos en zigzag y evitar el disparo. Cuando se volvió parece que tiró la pistola, un peligro menos. El problema era que iba perdiendo velocidad, entre los golpes y disparos ya no le sacaba la ventaja de antes y Pedro consiguió tocarle aprovechando una ligera curva. Casi se sale de la carretera pero logró controlarlo. Tan preocupado estaba por salvaguardar su integridad que el paso a nivel le cogió desprevenido. Faltaban unos cien metros y las barreras estaban bajando. Para aportar más emoción las vias del tren se adentraban en un túnel por lo que no sabrían cuando pasaría. Los dos llegaban casi parejos sin frenar a las barreras y un sonido ensordecedor de la bocina del tren estalló. Él continuó acelerando, no tenía sentido ya frenar, aunque las poderosas luces del tren casi le dejan ciego. Pedro frenó en seco pero no fue suficiente, tenía medio kart en la vía.

Miró hacia atrás y vio que el tren pasaba a toda velocidad. No podía creer que se hubiera acabado ya todo, por fin libre. Notó entonces que a su kart le empezaba a fallar la fuerza. Normal, no están hechos para durar tanto tiempo. Por suerte había una estación de servicio justo delante, donde entró con las últimas gotas de combustible, sin necesidad de frenar para quedarse delante el alucinado encargado de la gasolinera. Sacó su mejor sonrisa.

– Lleno, por favor.

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