Abogada eficaz

La abogada revisaba el caso poco antes de recibir a su cliente en el despacho. Le acusaban de allanamiento de morada. Sin robo, solo allanamiento. Según refería la propietaria el acusado salió del armario de su habitación con gran estruendo, sin que hubiera advertido señal alguna de intrusión por su parte en momentos anteriores. Sostenía que tenía que haber entrado en algún descuido a lo largo del día y que espero a que fuera de noche para asaltarla con intenciones seguramente sexuales. No pudo evitar esbozar una sonrisa, tenía la fotografía de su cliente y la demandante tenía ochenta años. Seguro que con esos preciosos ojos podía ligar con cualquier joven, ese apartado de la denuncia iba a ser fácilmente rebatible.
El sonido del timbre interrumpió sus pensamientos. Puntualidad envidiable, estaba allí con quince minutos de adelanto. Su hermana y a la vez compañera de despacho hizo pasar a la sala de espera a la visita programada. Poco después fue ella misma a buscarle y acompañarle a la sala donde iban a poder hablar del caso en cuestión. Iba vestido con una camisa azul clara de vestir y un pantalón beige de pinzas, bien peinado. No era la clase de clientes que solía tener en el turno de oficio desde luego. De todas formas la fiabilidad de una persona no se mide por su aspecto.

– Buenos dias, sientese por favor.

– Buenos dias, gracias por atenderme, usted dirá que necesita.

– En primer lugar necesitaría saber todos los datos del suceso en cuestión para poder ver todas las formas posibles de defensa. Cualquier detalle es importante. Puede contarme su versión y si veo que necesito más datos se los preguntaré.

– De acuerdo, tengo bastante buena memoria así que no será difícil. El martes 20 de noviembre salí de un armario con olor a naftalina y multitud de ropa vieja. Pude respirar mejor pero el olor a viejo seguía presente. Entonces me sobresaltó el grito de lo que en un principio me pareció un fantasma pero que al encender la luz se vio claramente que era una señora mayor. Quise tranquilizarla pero no dejaba de decir que no la mancillase, que llamaría a la policia y que saliera de su casa. La verdad es que me daba pena haberla asustado y por eso esperé fuera de la casa hasta que vino la policia. Luego ya me detuvieron y me soltaron hasta que hubiera juicio.

La abogada se quedó realmente perpleja, no solo por la forma de expresarse del hombre, tan culta y refinada, sino por la rocambolesca historia que no le parecía creíble.

– Bien, me surgen varias dudas, pero creo que la principal es saber cómo llegó usted a ese armario.

– Puede tutearme aunque entiendo que en su oficio son importantes las formas. En cuanto a su duda no sé si va a poder creerlo.

– También puedes tutearme aunque me es inevitable a veces ser formal. Por otra parte si no sé cómo llegó allí no podré defenderle.

El hombre se quedó pensativo mirándola con gesto serio. Después de unos segundos tomo alientó y comenzó a hablar.

– De acuerdo, allá voy. Acabé en ese armario porque atravesé un portal interdimensional.

Como abogada había escuchado muchas cosas y había defendido a personas con problemas mentales serios pero esta vez esa respuesta le pilló totalmente a contrapié. Después de unos eternos segundos de silencio incrédulo intentó reconducir la situación diplomáticamente.

– Perdone, creo que no le he entendido bien.

– Sé que es difícil que se lo crea pero es la verdad. Estaba en otra dimensión y atravesé de forma apresurada un portal dimensional que me llevó a ese armario.

Otro silencio de miradas fijas.

– Espero que no le moleste la pregunta pero tengo que hacerla. ¿Está o ha estado usted bajo tratamiento médico o psicológico?

– No, nunca, estoy totalmente cuerdo aunque entiendo bien su reacción, es rotundamente lógica. Lógica según su noción de la realidad.

En el fondo le caía bien, seguramente mirarle fijamente a los ojos influía en esa percepción.

– Vale, vamos a suponer que usted dice la verdad, entenderá que mi noción de la realidad es compartida por el resto de abogados y jueces, no se puede edificar una defensa entorno a una afirmación así.

– No, pero para eso he venido a que me defienda una buena abogada.

– Puede que los abogados tengamos fama de mentir, admito que yo misma uso a veces una parte de la verdad en los argumentos pero en su caso no hay base «real».

– Además de por ser una buena abogada he venido aquí porque sé que puedes imaginar y creer todo lo que te estoy contando. Esos libros de fantasía que lees no son tan diferentes de lo que te he contado.

Recogió en un cajón el libro de George R. Martin que tenía en una esquina de la estantería del escritorio.

– Por algo se llaman fantásticos, la realidad es otra cosa.

– Entonces tendré que demostrarte que es verdad.

Ya se estaba convirtiendo en costumbre el silencio con miradas mantenidas. No sabía si seguirle el juego o parar la locura en ese punto. Tampoco tenía nada que perder.

– Está bien ¿Cómo me lo piensa demostrar?

– Llevándote a través de un portal a otra dimensión.

No pudo evitar esbozar una sonrisa.

– ¿Y queda muy lejos el portal? He quedado luego para comer.

– En realidad no hay un portal físico tal como se diría aquí. Solo tienen que darse unas condiciones adecuadas y tener un aparatito como este.

Sacó de un bolsillo lo que a primera vista era un canto rodado.

– Lo sé, parece una piedra, pero es un creador de puertas interdimensionales. Desde el punto de vista de la física que se estudia aquí no se puede explicar pero algún día lo lograréis.

– ¿Lo lograremos?

– Sí, bueno, en otro momento te explicaré mi origen pero creo que es momento de dejar de hablar y demostrar de verdad lo que es un portal.

Empezó a hacer gestos sobre la piedra. Primero la agarró fuertemente, luego alzó una mano, luego la otra, las entrecruzó y dirigió aparentes machetazos por el aire. Ella buscó una cámara oculta, sin duda era objeto de una broma, quizás referida a su cercano cumpleaños. Dejó la piedra en el suelo, delante de la puerta cerrada del despacho. Se levantó, sopló a la puerta y se giró sonriente hacia ella.

– Listo.

Cogió la piedra y le invitó con la mano a pasar. Ella ni se levantó, solo hizo un gesto de desconcierto.

– Tiene que pasar sin miedo como si no existiera puerta. Luego le seguiré yo. Son puertas unidireccionales, no puedo cruzar y volver a por usted.

– Ya, y cuando me de un golpe con la puerta va a ser una broma muy graciosa, lo siento pero no cuela.

– De acuerdo, se lo demostraré de otra forma.

Cogió un bolígrafo de encima de la mesa y lo tiró contra la puerta. En vez de rebotar desapareció sin más. Ahora sí que estaba desconcertada pero su mente racional seguía alerta

– Muy buen truco de magia, le tengo que aplaudir.

– Tire algo usted o pase a través de la puerta, pero no tarde mucho, tiene un tiempo limitado. Acerquese aunque sea y mire la puerta, desde cerca se ven los brillos de la energía.

El hombre estaba mirando su reloj impaciente. Ella tiró otro bolígrafo también desapareció. Se levantó lentamente y se acercó a la puerta.

– Lo siento, no queda tiempo.

Sintió un empujón y cuando creía que iba a darse de bruces contra la puerta apareció en otro lugar totalmente distinto. Era también una especie de despacho, con una mesa metálica y unas ventanas diafanas, sin cortinas ni persianas. Todavía estaba asimilando todo cuando volvió a sentir un empujón que casi la tira. Se volvió y ahí estaba su cliente de nuevo.

– Perdón por los empujones pero estaba a punto de cerrarse el portal.

– ¿Dónde estamos?

– Es mi casa en esta dimensión. En verdad no es tan diferente del mundo al que estás acostumbrada, quizás en algunas cosas es más tecnológico pero somos humanos y las costumbres son parecidas, si bien la naturaleza no es ni de lejos igual. Eso sí, en los viajes interdimensionales desde luego ganamos por goleada.

– ¿Naciste aquí?

– Efectivamente, soy de lo que tú llamarías «otra dimensión». Yo lo llamo hogar.

Casi sin darse cuenta se dejó caer en la silla del escritorio. Entonces notó que toda la silla cambiaba de forma y se levantó de un brinco.

– No te asustes, es una silla ergonómica, pero de las de verdad, se adapta a la forma de tu cuerpo para que no te duela absolutamente nada.

Miró de nuevo a la silla y vio como se recomponía para volver a su anterior estado. No pensaba volverse a sentar ahí. Empezaba a notar calor, sudores fríos seguramente por la incredulidad y sorpresa de toda esa situación. No podía estar realmente en otra dimensión. Hace unos minutos estaba con su hermana en el despacho como cada día. ¡Su hermana! Había quedado con ella para comer, esperaba poder volver a tiempo.

– Lo sé, todos estos cambios pueden ser dificiles de asimilar. Pero tranquila, no tardaremos mucho en volver, solo daremos una vuelta para enseñarle mi mundo.

Con un gesto le invitó a seguirle. Ella todavía en shock le siguió lentamente. Si de verdad estaba en otra dimensión estaba a su merced ya que no tenía ni idea de como volver a abrir la puerta dimensional. Iba fijándose en todas las partes de la casa, por alguna razón solo veía muebles de metal, plástico o similar, nada de madera. La puerta de la casa se abrió literalmente sola cuando se acercaron, como si fuera la entrada de un supermercado.
El exterior se parecía a la típica calle de urbanización, con una gran carretera central y una acera amplia. Hasta llegar a ella un camino de baldosas grises pero en vez de césped en el jardín, había una especie de alfombra verde.

– Vamos a acercarnos al centro.

Cerca de la acera había una especie de marquesina típica de publicidad pero en este caso mostraba una plaza llena de gente andando de un sitio a otro.

– Ese es el portal para llegar al centro. No solo sirve para viajar entre dimensiones. Aquí tenemos unos cuantos permanentes para ir a los sitios más concurridos.

– ¿No tenéis coches?

– Oh sí, pero se ven como algo antiguo. Hay quienes disfrutan conduciendo pero en muchos sitios incluso se han prohibido. Las carreteras se han reciclado para uso de vehículos robotizados de limpieza y poco más.

– Me ahorraría un montón de horas de viajes.

– Tiempo, atascos, contaminación… Todo ventajas. Usted primero, esta vez no te voy a empujar.

No sin cierto recelo se acercó a la puerta y la atravesó. En verdad era más fácil puesto que se veía lo que se iba a encontrar. Salió en una especie de cabina telefónica. Al salir de ella se sintió pequeña en esa plaza gigantesca. Tenía forma ovalada y ligeramente peraltada por ciertos tramos. La gente que la atravesaba era similar a la de su mundo, diversas razas, alturas, estilos de vestir… pero algo no le encajaba. Sí, no había nadie paseando con perros. Tampoco se veía ni un árbol. Desde que pisó aquel mundo no había visto señal animal o vegetal. Unos segundos después apareció su acompañante.

– ¿Dónde están los animales? ¿Y las plantas?

– Esa es una historia más triste. Como ya comenté nuestros mundos son bastante similares pero las historias difieren en unos cuantos detalles. Nuestros niveles de contaminación llegaron a superar las defensas de la naturaleza. De ahí que tuvieramos que recurrir a la tecnología para salir adelante, pero con sacrificios. Solo llegamos a tiempo para copiar los datos necesarios y conseguir crear comida sin cultivar o criar animales. Pero olvidemos esa triste historia y vamos a mi oficina. Es justo que te la enseñe después de haber visitado tu despacho.

Ella todavía estaba asimilando el hecho de tener un planeta entero sin un solo animal o plantas. Le entraron ganas de tener cerca a su perra y jugar con ella, pero estaba a una dimensión de distancia. Lo único que veía positivo es que no tendría que preocuparse por la insípida verdura a la hora de comer. Caminaron por un par de calles antes de llegar a un portal que podría ser cualquier edificio moderno de su tierra, al menos exteriormente. Abrió con su huella dactilar y entraron a un recibidor donde tenían colgado un cuadro de un paisaje, similar al lago Como. Luego andaron hasta el ascensor.

– Creía que no tendriais ascensores y que subiriamos por algún portal.

– Los portales van de un sitio a otro, para un bloque de diez pisos se necesitarían diez portales y eso supone mucho espacio y energía. Ya te dije que en algunas cosas no nos diferenciamos tanto y los ascensores hacen muy bien su trabajo.

Una vez dentro pulsó el quinto. El viaje en ascensor fue más lento de lo esperado, parece que en eso estaban a la par. La puerta se la oficina se abrió con un gesto de su anfitrión. Por dentro se podría decir que era la típica oficina, mesas, sillas como la que ya probó, alguna pantalla ultrafina y poca cosa más.

– ¿A qué te dedicas aquí?

– Soy lo que diriais por allí un autónomo, me dedico a poner a prueba la seguridad tecnológica de cualquier empresa. Cualquier ataque puede acabar con una empresa y yo me encargo de ponerlas a prueba y aconsejar sobre formas de defenderse.

– Suena interesante.

Antes de que pudiera disparar la siguiente pregunta aparecieron de la nada tres hombres uniformados de negro y le pusieron lo que parecían dos pegatinas negras en las muñecas.

– Queda usted detenido por el asalto y robo a la sede de la empresa Moonraker.

– ¿Moonraker?

– No interrumpa señorita, o la detendremos también a usted.

– Soy su abogada.

– ¿Su abogada?

– Sí claro, ¿no tienen aquí abogados?

– Sí, pero no tiene registrado ninguno.

– Vino hoy mismo para poner una denuncia por robo ya que había notado pérdidas y temía que pudieran usarlo contra él. Está claro que su caso puede estar relacionado.

El policía vaciló unos instantes.

– De acuerdo, puede acompañarnos pero le vamos a arrestar de igual forma.

– Y luego podrá hablar conmigo.

– Sí señorita, todo lo que quiera.

Le sobrepasaron bruscamente dos agentes custodiando a su recién nombrado cliente en dos mundos. Al pasar él le susurró.

– Gracias, sabía que no me fallarías.

El otro agente le indicó con la mano el camino a otro portal, se estaba convirtiendo en una extraña costumbre. La escena al llegar le resultaba tremendamente familiar. Una comisaría, con sus policías, sus despachos, sus delincuentes esperando… Salvo papeles había de todo lo que había visto en multitud de guardias. Le hicieron esperar en una sala hasta que volvieran, mientras que a su cliente le llevaban a otra parte. Sentada como la niña buena que era examinó la estancia. Había una mesita con unos aparatitos curiosos, pequeños cubos con una luz azul en la parte superior. Pasaban los minutos sin novedad así que decidió investigar para qué servían. Pasó la mano por encima de uno de ellos y para su sorpresa funcionó. En el airé se materializó una revista, del mismo estilo de las que te encontrarías en la sala de espera de un dentista. Alargó la mano y la pudo coger. Era una sensación extraña, como coger algodón de azúcar. Pasó las páginas y comprobó que también allí tienen cotilleos inútiles. La cerró y volvió a dejar en la mesa, después de unos segundos desapareció.

El resto de cubos también eran revistas salvo uno, que contenía una especie de compilación en versión para niños de los derechos y deberes de los ciudadanos. Gracias a su lectura rápida pudo echarle un vistazo necesario a todo. Eran muy parecidos a los de la tierra. No se puede decir que con esas bases pueda articular una defensa pero algo se podría hacer. Por primera vez se dio cuenta de que no podía regresar a su mundo por sí sola así que era más que necesario liberarle. Los pensamientos de abogada tejiendo argumentos fueron interrumpidos por el agente que la había acompañado.

– Puede pasar.

Le abrió la puerta de otra sala donde estaba él, causante de dos casos abiertos a la vez en menos de veinticuatro horas. No era la primera vez que veía algo así pero en dos mundos a la vez era una gran novedad.

– Ahora resulta que tengo que defenderte en dos casos a la vez. ¿De qué te acusan exactamente?

– Puedes verlo aquí.

Le enseñó una especie de tablet en la que se estaba reproduciendo un video. Parecía una cámara de vigilancia con muy buena resolución. Se le podía ver a él entrando en la empresa, llegando a una especie de caja fuerte y abriendola con un aparato extraño. Luego cogió algo y se volvió a ir.

– Según esto está bastante claro que robaste.

– Lo admito, robé, pero ese video está manipulado, cortado intencionadamente. Mi trabajo es romper la seguridad de mis clientes pero sin menoscabo alguno. No llegué a salir de las oficinas, después de abrir la caja fuerte noté que la puerta se abría y me escondí en una esquina detrás de unas cajas. Desde ahí pude ver que el otro intruso tenía un arma.

– ¿No podía ser un vigilante?

– No, no iba uniformado y es un arma no oficial, aquí todas las armas tienen que estar registradas y solo se permiten ciertos modelos. Se giró hacia las cajas y entonces entendí que tenía que escapar rápido. Activé el portal justo antes de que llegara a mi altura.

– ¿ Y cómo explicas el video?

– En este mundo las posibilidades tecnológicas son muchas, si tenía capacidad de tener esa arma también podía manipular el video. De hecho si pudo ver el video de lo que pasaba antes pudo clonar mi imagen para crear la escena de salida.

– ¿Hay forma de demostrar que es un video falso?

– Seguramente con el dinero suficiente, habría que pagar a los expertos que declaren su falsedad. Aquí la justicia va más al estilo estadounidense, tienes más oportunidad de salvarte si tienes dinero. No soy pobre pero no gano lo suficiente.
Ella se levantó y dio una vuelta alrededor de la mesa. Él seguía con sus parches negros en las muñecas, que de alguna forma le inmovilizaban.

– Parece que estáis dominados por la tecnología, habrá que utilizarla en nuestro favor. ¿Dónde tienes el transportador?

– Me lo han requisado junto al resto de mis cosas, sé que en la tierra hacéis igual.

– Sí claro. ¿Y no podrías demostrar de alguna forma que usaste el transportador desde dentro de la oficina a la hora de grabación del video?

Él se quedó mirando pensativo unos segundos. Ella se movió pero seguía mirando fijamente un punto imaginario en el aire. De repente reaccionó.

– Sí, eso podría ser. Para los transportadores personales hay un registro de entradas que podrían cotejar con el video. Perfecto.

– Lo malo es saber cuando te pondrán en la calle.

– Ah, eso no es problema, hay robots de primera instancia, si estiman las pruebas suficientemente claras de inocencia no se continua el juicio.

– Ya podía haberlos en la tierra.

– Quien sabe, quizás los desarrollais algún día.
Avisaron al agente y se añadió el registro de las horas como prueba. Por lo visto validar las pruebas era tan fácil como realizar una petición online al robot. Al instante se devolvió el veredicto.
«Las pruebas determinan que el sujeto es inocente con una probabilidad suficiente. Se cursa orden de excarcelación.»
Le devolvieron todos sus efectos personales, incluido el necesario transportador. Por muy interesante que fuera ese mundo ella estaba más a gusto en el que conocía.

– Creo que tengo suficientes datos para creer tu coartada. Ahora por favor volvamos a mi mundo antes de que pasen más cosas.

– A sus órdenes.

Volvió a crear el portal pero esta vez por fin había al otro lado un lugar conocido, su despacho. Estaba todo tal como lo dejó. Alguien llamó a la puerta y la abrió. Era su hermana.

– Perdón por la interrupción ¿Cuando tienes pensado acabar? Se nos va a hacer tarde para comer.

– Dame un segundo y voy.

Su hermana cerró la puerta. Él se apresuró a explicarse.

– El cambio de dimensión también altera el tiempo. Unas horas de mi mundo son unos minutos aquí.

– Creo que será mejor continuar la reunión otro día pero por favor no se meta en más lios en este mundo o en cualquiera de los otros que visite.

– De acuerdo.

Se levantó y ella le acompaño a la puerta. Él se despidió con una sonrisa y esos ojos que eran dificiles de olvidar. Cerró la puerta y suspiró. Su hermana apareció lista para ir a comer.

– Ya me contarás cómo te ha ido con el cliente de ojos bonitos.

– Si te lo cuento no me crees.

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